Sergei Pavlovich Diaghilev
(Perm, 19 de marzo de 1872 - Venecia, 19 de agosto de 1929), conocido también como Serge, Ni
bailarín, ni coreógrafo, es Sergei Diaghilev una de las personalidades
más importantes en la historia del ballet. Empresario, manager, genio
para algunos y alma inquieta Una mente brillante que cambió el ballet clásico fundador de los Ballets Rusos una compañía de la que surgirían muchos bailarines y coreógrafos famosos.
Diaghilev nació en Perm, Rusia, en una familia acaudalada y estudió
leyes en la universidad. Hizo incursiones en pintura, canto y música
Se
decía que carecía de talento creativo y muy pronto abandonó sus
ambiciones pictóricas o musicales (estas últimas por consejo tajante de
Rimski-Korsakov), pero, empeñado en participar del mundo del arte, se
dedicó en cuerpo y alma a la promoción y gestión del mundo del
espectáculo. De esta manera, en 1898 fundó la revista El mundo del arte ,
para la que contó con la colaboración de algunos de los pintores rusos
más grandes del momento, y en ella ya se manifestaba una abierta
intención de romper todos los convencionalismos, abogando por una
estética nueva y revolucionaria. Sin embargo, no tardó en darse cuenta
de que en la conservadora Rusia zarista poco o nada podría lograrse a
este respecto, y tras varios años de problemas para financiarse, El mundo del arte acabó
por desaparecer ante la indiferencia general. Lejos de desanimarse,
Diaghilev decidió probar suerte en el terreno de la escenografía y
gracias a su contagioso entusiasmo, no sólo logró entrar en los Teatros
Imperiales, sino que al poco tiempo se convirtió en su director. Una de
las primeras patadas que el joven innovador, de apenas treinta años,
consiguió pegar a la escena tradicional rusa fue el repudio de los
montajes clónicos de Bayreuth en las óperas de Wagner, y en 1903, con la
colaboración de los escenógrafos Korovin y Benois pudo hacer realidad
su sueño de montar un Crepúsculo de los dioses completamente distinto a todo lo visto anteriormente.
.
En 1905, organizó una exposición de retratos rusos en San Petersburgo, y el año siguiente En
1906, y tras abandonar definitivamente su idea de fundar un museo
nacional de arte ruso, decidió aprovechar los esfuerzos volcados en este
proyecto para montar una exposición, con el material disponible, en
París. El éxito fue tan grande, que inmediatamente se despertó una
fiebre por lo ruso en la ya incipiente capital del nuevo arte montó una exposición de arte ruso en el Petit Palais de París. Este sería el inicio de una larga relación con Francia. En 1907
el empresario volvió a la Ciudad de la Luz para montar una serie de
conciertos con la presencia de Rimski-Korsakov y Rachmaninov presentó cinco conciertos de música rusa en París, y en 1908 se encargó de la producción de Boris Godunov (ópera), en la Ópera de París, con Fedor Chaliapin en el papel principal.
Convencido de que París era la plataforma idónea desde la que impulsar
su proyecto artístico que aunase música, pintura y coreografía,
Diaghilev se instaló allí en 1909 para poner en marcha los llamados
Ballets Rusos, que se nutrirían de los numerosos amigos que había hecho
durante su estancia en los Teatros Imperiales. La decisión de potenciar
un género como el ballet, en detrimento de la ópera, se debió a la
creencia del ruso en que ésta estaba en crisis, mientras que la danza,
despreciada por la mayor parte del público, que la consideraba insulsa,
aún tenía muchas posibilidades que ofrecer.
Esto
conllevó a una nueva invitación para regresar el siguiente año con
ballet y ópera, y así fundar sus famosos Ballets Rusos. La compañía
incluía los mejores bailarines y bailarinas de Rusia, entre los cuáles
se encontraban Anna Pavlova y Vaslav Nijinsky. Su primera presentación,
el 19 de mayo de 1909, fue todo un éxito.
D
urante estos años las representaciones de Diaghilev incluían obras compuestas por Nikolai Rimsky-Korsakov, tal como las óperas Maid of Pskov, May Night, y The Golden Cockerel. Su adaptación de la suite orquestal Schéhérazade,
escenificada en 1910, encendió la ira de la viuda del compositor,
Nadezhda Rimskaya-Korsakova, quien protestó en sendas cartas abiertas
dirigidas al empresario y publicadas por el diario Rec.
Diaghilev también comisionó música para ballet de compositores de la talla de Claude Debussy (Jeux, 1913), Maurice Ravel (Daphnis et Chloé, 1912), Erik Satie ( Parade, 1917), Richard Strauss (Josephs-Legende, 1914), Sergei Prokofiev (Ala y Lolly, rechazada por Diaghilev y convertida posteriormente en la Scythian Suite, y Chout, 1915), Ottorino Respighi ( La Boutique Fantastique 1918), Francis Poulenc (Les Biches,
1923),Manuel de Falla con El Sombrero de Tres Picos, entre otros. Su
coreógrafo Mikhail Fokine también hizo adaptaciones de la música para
ballet. Diaghilev también trabajó con el bailarín y profesor de ballet
Leonid Massine.
El director artístico de los Ballets Rusos fue Léon Bakst, que
trabajaba en conexión con Diaghilev desde 1898, cuando el empresario y
Alexander Benois fundaron el grupo avant-garde Mir Isstkusva.
Juntos desarrollaron una forma de ballet complicada, con elementos
vistozos, que intentaba llamar la atención del público en general, y no
sólo de la aristocracia. El encanto exótico de los Ballets Rusos, tuvo
efecto en los pintores fauvistas y el recién nacido estilo art decó.
Aunque el excéntrico empresario Sergei Diaghilev ha pasado a la
historia como el descubridor a nivel internacional de prodigios como
Ravel, Prokofiev, Satie o Falla, su mérito más recordado siempre será el
haber proyectado la carrera de Igor Stravinski. El empresario quedó
impresionado con algunas de sus primeras obras orquestales, como Fireworks y Scherzo Fantastique,
lo cual le llevó a pedir a Stravinski arreglos sobre piezas de Chopin
para sus ballets. En 1910, le comisionó la composición de El pájaro de fuego, y luego Petrushka
(1911) y Diaghilev pensó entonces en una ceremonia pagana sobre escena,
inspirada en la mitología tribal rusa, tema que venía a Stravinski como
anillo al dedo, e inmediatamente éste se embarcó en la composición de La consagración de la primavera , su gran obra maestra, para muchos la obra emblemática del siglo XX (1913), Pulcinella (1920) y Les Noches (1923).
Quizás el compositor que colaboró más notablemente con Diaghilev fue Igor Stravinski.
Diaghilev produjo La bella durmiente del bosque
de Tchaikovsky en Londres en 1921; a pesar de tener una buena recepción
por parte del público, no fue un éxito financiero. Durante sus últimos
años los Ballets Rusos fueron considerados frecuentemente como algo
demasiado intelectual, estilizado, y en pocas ocasiones tuvieron el
mismo éxito que en sus primeras representaciones.
Las
producciones a que Diaghilev instigó mientras que un empresario causó
una revolución en los dominios de la danza, de la coreografía y de los
artes visuales, y efectuarían un cambio permanente en el mundo de los
artes de ejecución.
Murió en Venecia en 1929 y fue enterrado en las cercanías de la isla de San Michele
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