Xilonen
significa “matriz de jilote” que tiene relación con las mazorcas
jóvenes de maíz, así como “la que vivió como el jilote” que
quiere decir conservandose virgen, lo que nos dice que Xilonen sería
a la vez, “virgen y madre del maíz.
Xilonen es el
equivalente de Chicomecóatl,
en náhuatl "Siete-serpiente", la diosa
mexica
de la subsistencia en especial del maíz,
principal patrona de la vegetación y, por extensión, diosa también
de la fertilidad.
Xilonen
también tiene como significado "La peluda", refiriéndose
a las barbas del maíz en vaina, así como “la que permaneció
doncella y sin pecado” se la consideraba "Joven Madre del maíz
tierno" o jilote,
así era protectora de una de las fases del ciclo del maíz. Xilonen
también podía ser llamada Centeocíhatl.
Los ritos a
Xilonen son en las fiestas de Huey Tecuilhuitl, que significa la gran
fiesta de los señores”, llamada así, porque los señores ofrecían
regalos y festines a la plebe para dar gracias por el nuevo maíz,
realizado para la fiesta del octavo mes del calendario azteca,
llamados cada uno de estos meses veintena, por el hecho de tener 20
días, según la fuente de Ritos Aztecas de Michel Graulich es en la
séptima veintena, según el Centro
de Estudios Antropológicos, Científicos, Artísticos, Tradicionales
y Lingüísticos "Ce-Acatl", A. C. asi como wikipedia lo
mencionan como la octava veintena, que abarca del 4 de julio al 23 de
julio.
Veinte
días antes de esta fiesta compraban una esclava virgen y la
purificaban vistiéndole de la misma manera que la piedra que
representa a la
diosa, toda de blanco para honrarla y buen tratamiento, como si la
diosa viviese. Llevando a la esclava de boda en boda y de banquete en
banquete, llevándola a los mercados, siempre representándole con
regocijo contento. De noche dormía en una jaula. Tomaba la esclava
el nombre de Xilonen.
En
la víspera de su muerte, ejecutaba el rito llamado “entrada en la
arena”. Estaba vestida de rojo y llevaba el tocado de la “casa de
papel”, sobre el pecho llevaba un disco de oro, en una mano
sostenía un escudo y en la otra un “bastón de sonajas”. Durante
la noche velaba y cantaba. En la mañana, el día del sacrificio, la
décima jornada de la veintena, se llevaba a cabo una danza solemne.
Xilonen y las sacerdotisas que la rodeaban danzaban y cantaban al son
del teponaztli, que era una especie de tambor horizontal de madera
con rendijas y lengüetas; en la de abajo se sujetaba, para la
ocasión, una jícara (atecómatl). Estaban adornadas con coronas y
guirnaldas de clavelones. Por su parte, los hombres valientes y los
jóvenes bailaban serpenteando alrededor del grupo de Xilonen. Teñían
en la mano palos de maíz (cintopilli), denominados “pendones de
pájaros” (totopánitl).
Unos
sacerdotes tocaban diversos instrumentos de viento. Cuando el grupo
llegaba al templo de Cintéotl, el sacrificador, quien llevaba la
insignia de los huixtotin, agitaba el “palo de sonajas de niebla”
(ayauhchicahuaztli) delante de la victima. A sus pies se esparcía
“hierba de nubes” (yiauhtli). Después, Xilonen subía al
templo. Un sacerdote la cargaba sobre su espalda. La decapitaban con
un cuchillo de oro. En seguida le arrancaban el corazón y lo
ofrecían al sol antes de depositarlo en un recipiente azul.
Entonces
comían de nuevo jilotes de pan de jilote, cañas de jilote y bledos
cosidos. “una vez más era posible oler los cempoalxóchitl y la
flor de tabaco (yexóchitl). Se ofrecían pasteles de maíz a los
dioses. Mujeres de todas las edades se ponían a danzar y los viejos
estaban autorizados a beber pulque.
Este
rito simbolizaba las bodas de la víctima, pues las jóvenes esposas
solían ser transportadas sobre la espalda a la cámara nupcial.
Fecundarla era permitir que el maíz germinara. Pero hacia falta el
agua. Al esparcir el yiauhtli, creaban las nubes; al soplar en los
instrumentos musicales,
Enviaban
el viento; el ruido del “palo de sonajas de niebla” imitaba el
sonido de la lluvia al caer.
Si
los hombres que danzaban serpenteando alrededor del grupo de las
mujeres floridas tenían “pendones de pájaros”, tal vez era
porque personificaban a los guerreros muertos, quienes convertidos en
pájaros de la tarde, libaban y fecundaban las flores, que
seguramente simbolizaban la fecundación de la diosa.
El
rito de la entrada en la arena, muestra que se encontraban en el
origen de los tiempos, y que Huey Tecuíhuitl prefiguraba el inicio
cercano del año nuevo.
La
arena era un lugar real, el rito consistía probablemente en
hollarla. Al hacer entrar a las victimas a la arena, simbolizaban que
estaban prontas a penetrar en el Tlalocan. A este respecto, resulta
interesante señalar que el rito era ejecutado solo por las víctimas
bañadas que representaban a los dioses, y nunca por prisioneros de
guerra, cuyo “mas allá” particular era la Casa del Sol
En
esta veintena este rito cobraba una importancia especial. En lugar de
poner el pie sobre un montón de arena situado delante del templo,
Xilonen iba a cuatro lugares arenosos a la orilla de la laguna:
Xoloco, Tetamazolco, Atenchicalcan y Necoquixecan, y cada uno de
estos lugares se encontraba en uno de los puntos cardinales, a las
cuatro esquinas del mundo donde se encontraban los cargadores del
cielo. Los cuatro lugares estaban explícitamente asociados, en el
ritual, a los cuatro signos de cargadores del año, caña, pedernal,
casa y conejo.
Se
decía que la personificadora sostenía estos signos y velaba porque
sucedieran, esto quiere decir que ella se encargaba de que el año
nuevo pudiera comenzar, simbólicamente era “el principio de los
tiempos”.
El
rito cuenta que después del sacrificio de la personificadora de
Xilonen, los señores ejecutaban una danza solemne en compañía de
muchachas, las cuales estaban adornadas con guirnaldas de rosas.
Después iban a ofrecer las flores a los dioses, en realidad no es
seguro de que tipo de flores estaban hechas las guirnaldas, ya que en
una parte del relato dicen que de clavelones y en la otra se dice que
de rosas.
Los jóvenes
solteros corrían para coger estas flores, los cuatro primeros eran
considerados como vencedores.
Se esforzaban
por identificar a las jóvenes que habían vestido las guirnaldas,
sobre la cual fundaban malicia y superstición torpe”.
Los jóvenes que
toman las flores son fecundadores en potencia, y las flores se
convierten, al igual que las jóvenes que las llevan, en objeto de
propósitos silenciosos. Las flores simbolizaban el sexo de la mujer
y la menstruación, símbolo de fecundidad.
Las flores que
atrapaban los jóvenes solteros debieron ser parecidas a las flores
de Tamoachan, de las cuales se decía que la persona que las tocaba
sería “dichoso y fiel enamorado”.
Tamoachan, es
una especie de paraíso, en el centro de los siete rumbos del
universo y por encima de los trece cielos. El lugar estaba lleno de
ríos, fuentes y árboles mágicos. Uno de esos árboles tenía la
propiedad de generar sentimientos muy intensos, a cualquiera que
tomara de sus frutos, pero no solo eso, sino que también
representaba el equilibrio de las emociones de los dioses y sus
deseos. “Flor de Quetzal” cuidaba de los hombres desde su
paraíso, mientras hilaba lazos que unían de forma invisible a los
dioses con los hombres y a los hombres con las mujeres. Sin embargo
ella era una esposa ignorada de la lluvia, que no soportaba ni
perderla ni que nadie se le acercara. Por esta razón, mientras
hilaba siempre estaba protegida por unos enanos, sirvientes de la
lluvia. Este lugar es el equivalente al paraíso de Adan y Eva y es
en Temoachan donde tiene lugar el pecado original.
Bibliografía
Fiestas de los
pueblos indígenas. Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas.
Michel Graulich. Instituto nacional indigenista.
http://en.wikipedia.org/wiki/Aztec_religion
http://www.laneta.apc.org/ceacatl/Ag03.htm
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